Últimamente leo mucho y
escribo menos.
Y mira que lo intento.
Me esfuerzo, le doy vueltas al papel, me siento, me levanto…
Pero no sé qué poner.
Porque no quiero hablar de ti y es lo único que me sale.
No quiero escribirte a ti.
No quiero reconocer que aquí estoy, otra vez. Que aunque te fueras, sigo aquí y
no he dejado de quererte ni un instante.
Ya debería ser hora de
que asuma que nadie va a contestar a estas cartas, que no hace falta que pierda
más tiempo, que tú ya te has marchado, que debió ser mucho antes.
Entonces me da rabia.
Y sigo cabreándome de
vez en cuando, porque veo que podríamos haber solucionado las cosas antes. Tal
vez hubiéramos ganado algo de tiempo; pero nunca te convenció mi manera de
hacer las cosas, no al menos según qué cosas; así que terminaste por no hacer
nada. Terminaste por enterrar la cabeza en la tierra, como las avestruces,
hasta que nos quedamos sin aire en tu agujero. Hasta hoy, que ya no tiene
sentido que yo te diga que te presto mi aire si quieres volver. Que tengo para
los dos. Que de lo que tengo, siempre he tenido suficiente para los dos.
¿Y sabes qué? Fue mi
cumpleaños hace unos días.
No me va mal. Quitando
que no puedo llamarte para decírtelo, no me va mal.
Encontré un buen
trabajo.
Mientras firmaba el
contrato me pregunté si estarías de acuerdo. Si, como yo, piensas que llega un
momento en el que tienes que asumir que no se puede perseguir un sueño toda la
vida, que hay prioridades, que hay obligaciones, que los cuentos no siempre son
reales…
Creo que te gustaría lo
que hago. También pienso que tú lo harías mucho mejor que yo. Pero me defiendo.
Y te recuerdo.
Me gustaría saber qué
estás haciendo. Cómo te va. Y si te acuerdas de mí. Puede que hayas preguntado
por ahí, disimuladamente, como quien no quiere la cosa, como tú solías hacerlo…
Y si la respuesta te entristece, cambiarás de tema con una broma. Que en el
fondo lo tengo claro, que sí, que me echas de menos.
No sé si seguirás viendo,
sin ver por los nervios, los partidos de Rafa Nadal. Hace poco le daban por
terminado. Y ahí que vuelve siempre, a la carga. Me pregunto qué te pasó a ti que
eras tan como él, si llegaste a rendirte o es que ya no podías más aunque
quisieras.
Nunca fuiste mucho de
fútbol. Pero no te perdías mis noticias. Y lo veías más para ganar más que
compartir conmigo; aunque nunca nos faltara algo para compartir. Lo hacías así
y a mí me gustaba tu forma de hacerlo.
Tal vez ya sepas que
esta liga no la quiere nadie. Que el Atleti es la sorpresa de la temporada. Y
que sigo acordándome de ti cada vez que sale Messi. Que lo odiamos, no creo que
haya cambiado; hay cosas que nunca se las lleva el viento. Y que me acuerdo de
ti cuando sale Messi, cuando me río, cuando sale el sol, cuando vuela un
pájaro, cuando me subo al autobús, cuando conduzco, cuando desayuno, cuando
suena la alarma y cuando te vuelves tan insoportable en tu ausencia que se me
acaba el aire, son sólo algunas de esas cosas que no se llevan ni viento ni
tiempo, y que tú tal vez sepas también, como lo de que odiamos a Messi.
A lo mejor tú te acuerdas
de mí cuando marca Benzema. Puede que aún pienses que defiendo mis ideas aunque
me quede sola contra el mundo.
Hay Mundial este verano.
Y a mí se me eriza la piel cuando pienso que ya han pasado cuatro veranos desde
aquel julio cuando te lloraban los ojos de orgullo. Cuando nos compinchamos
para poner mi nombre en lo más alto de la lista. Cuando aún pensábamos que
quedaba una vida por delante.
Y lo que ha pasado mientras
tanto es la vida sin saber si eres más feliz desde que te fuiste.
Y aunque sé que no
contestarás, me hace bien escribirte. Como a ti te hizo bien, en su momento. A
pesar de que empezaras a escribirme tarde.
Porque eso es así: tú no
tendrías que haber esperado tanto para escribirme y yo tendría que haber
tardado menos en llevarte la contraria.
Pero todo esto nunca te
lo diré.
Aunque no haga falta.
Porque hay cosas que se
saben. Sin más. Las sabes tú y las sé yo. Por lo que nos une. Porque por más
que te alejes nunca será suficiente. Siempre correremos detrás el uno del otro.
Por más tiempo que pase.
Y que si algún día
quieres volver, te presto mi aire.
Arrolladora descripción de cómo una mujer se puede llegar a sentir tras la pérdida de un amor.
ResponderEliminarMe he visto reflejada en cada una de sus líneas y por eso las he disfrutado aún más.
Se agradece.