lunes, 3 de marzo de 2014

Meterme de tu vida por las venas.

Déjame que para empezar esto, tome prestada una frase, porque lo que quiero ahora mismo es justamente eso, meterme de tu vida por las venas.
Que me faltas, en todas partes.
Dicen que la distancia aclara las ideas. Que te pone en las narices la verdad. Maldita la distancia, digo yo, que no necesito que nadie me aclare nada, que si algo tengo claro en mi vida es que te quiero. Y echarte de menos empezó a dejar de gustarme desde que te dejé en el aeropuerto con un beso que me estiraba los puntos de la herida de la barriga. Que tú eres muy alto y yo muy pequeña.
Y ahí ibas tú, con las ensaimadas en una mano y la maleta en otra, poniéndote de mal humor a cada paso por tener que dejar de oírme constante, como un grifo que pierde agua. Que la distancia no nos gusta. Y que lo sabemos desde que pasamos un otoño madrileño en un garaje. Que me quedo en el garaje. Que sí. Que lo tengo claro.
Y cuando me emborracho te pregunto que cuando nos casamos. Que me quieras.
Y te miro. Y lo veo claro. Claro como lo de antes.
Que no puedes quererme más, que se te ve en los ojos. Y que me dan igual las bodas porque yo, lo que quiero, es meterme de tu vida por las venas. Y contagiarme de ti entera.
Sabes cuanto quiero las cosas que quiero, y que todas las quiero ya, pero que no lleguen, cuando te tengo al lado, me importa menos. Me calmas. Me sorprendes. Me sosiegas. Me embruteces.
Me faltas.
Y pienso que cuando quieres, debería ser así. Debería escocer la distancia como la sal en las heridas. Como uña sobre pizarra. Como nosotros, cuando nos separan. Que lo que tengo es mono, parvedad, abstinencia, de meterme de tu vida por las venas. Que no necesito a nadie para vivir, pero me gusta más la vida si es contigo.
Que quiero que la vida no me cure, y necesitar tu piel, el color de tus ojos, las palmas de tus manos que raspan y andar descalza por la curva de tu ceño cuando lo frunces. Quiero más que nada tu cabeza, la velocidad con la que piensas, las ganas de todo aunque canse, la lucha, el deseo de tus dedos tramposos que siempre encuentran un hueco para colarse en mi ropa. Y que te cueles para quedarte, entre mi piel y mi jersey. Quiero tu respirar de noche, que es leyenda que espanta mis miedos, que aunque vuelven de día; con el sol, es más fácil encararlos y que no se enquisten, que no se vuelvan fantasmas, que a esos no hay quien los saque. Echarte de menos poco rato, como ahora, que sé que vuelvo, o que regresas, y hacemos casa donde sea. Que contigo no asusta lo que nos venden las noticias. Contigo, no me arrugo. No me enfrío. No me dejo ganar. No me tiembla el pulso.

Contigo, duele echar de menos. Y estas ganas, que no encogen, de meterme de tu vida por las venas.